
La escalada militar de Estados Unidos contra Venezuela, bajo el presidente republicano Donald Trump, es otro capítulo en la larga historia del intervencionismo estadounidense en América Latina. El 15 de octubre, Trump confirmó la autorización de operaciones encubiertas de la CIA en el país, con buques de guerra, un submarino nuclear y bombarderos B-52 patrullando el Caribe, bajo la justificación de combatir el narcotráfico. El verdadero objetivo es el derrocamiento de Nicolás Maduro, apuntando a las reservas de petróleo más grandes del mundo: más de 300 mil millones de barriles. Estas acciones, que incluyen bombardeos de barcos (clasificados como pescadores por Caracas) y una recompensa de 50 millones de dólares por parte de Maduro, evocan un patrón histórico de golpes de la CIA, ahora agravado por la táctica de cooptar a sectores progresistas a través de ONG financiadas por Estados Unidos, que socavan a la izquierda y legitiman las intervenciones.
La historia de la CIA en América Latina es una crónica de violencia y manipulación para proteger los intereses económicos y políticos de Estados Unidos. la agencia orquestó golpes brutales en países como Guatemala (1954), donde la Operación PBSUCCESS derrocó a Jacobo Árbenz para proteger a la United Fruit Company, matando a 200.000 personas; Brasil (1964), con la deposición de João Goulart y una dictadura de 19 años que torturó a miles; y Chile (1973), donde Augusto Pinochet, respaldado por la CIA, asesinó a 3.200 y torturó a 30.000 después de derrocar a Salvador Allende. Haití, Uruguay, Bolivia, Argentina, El Salvador, Panamá y Perú sufrieron destinos similares, con la CIA financiando dictaduras, entrenando torturadores y causando estragos para controlar recursos como el petróleo y los minerales.
Además de los golpes de Estado, la CIA desarrolló métodos más sutiles, como infiltrarse en los movimientos sociales y cooptar a la izquierda a través de las ONG. Documentos filtrados por WikiLeaks revelan que la agencia financia organizaciones no gubernamentales para desestabilizar gobiernos nacionalistas, como en Venezuela, donde las ONG con fachada humanitaria amplifican las crisis sociales y económicas. Estas entidades, a menudo financiadas por agencias como USAID o la National Endowment for Democracy (NED), promueven propaganda falsa en torno a los derechos humanos que utilizan para justificar intervenciones. En Venezuela, las ONG han sido utilizadas para apoyar a sectores de la oposición, dividiendo a la izquierda y debilitando la resistencia al imperialismo, al tiempo que crean una imagen de «crisis humanitaria» que legitima las acciones externas.
Luz verde contra Venezuela
Según fuentes cercanas al gobierno de Estados Unidos citadas por Almayadeen, las nuevas operaciones encubiertas contra Venezuela buscarían:
1. Fortalecer grupos de oposición violentos bajo la fachada de «asistencia democrática».
2. Sabotear infraestructuras críticas, como el sistema eléctrico y petrolero.
3. Desestabilizar a las Fuerzas Armadas Bolivarianas mediante el reclutamiento de traidores y la guerra psicológica.
4. Orquestar campañas de desinformación para justificar una eventual intervención militar «humanitaria».
5. Difundir noticias falsas (fake news) y teorías de conspiración para crear pánico (sobre salud, economía, etc.).
6. Espionaje Cibernético (Hacking): Infiltrarse en los servidores del gobierno, correos electrónicos de altos funcionarios y sistemas de inteligencia venezolanos para obtener información clasificada que pueda ser usada para chantaje o para planificar operaciones.
7. Realizar operaciones encubiertas para manipular el tipo de cambio del bolívar en mercados paralelos, generando inflación de manera artificial.
8. Crear o exagerar mediante inteligencia artificial escándalos de corrupción que involucren a altas figuras del gobierno, con el fin de erosionar su apoyo interno y aislarlos internacionalmente.
9. Proveer instrucción, financiamiento y armamento a grupos paramilitares o células violentas que operen en regiones fronterizas, presentándolos como «grupos de resistencia civil».
10. Realizar ataques con explosivos contra embajadas o empresas extranjeras.
11. Asesinatos Selectivos y Tentativas de magnicidio: históricamente ha sido una herramienta de la CIA. Podría involucrar el entrenamiento de sicarios o la facilitación de tecnología (como drones armados) a grupos locales para intentar eliminar a figuras clave del gobierno, incluido el presidente Maduro.
Estas acciones no suelen ejecutarse de forma aislada, sino como parte de una guerra multiforme.
El objetivo final es crear un ambiente de caos controlado que justifique, ante los ojos de la opinión pública un «cambio de régimen» presentado como una solución necesaria.
El precedente de Irán y el papel de los demócratas
El escenario venezolano actual refleja tácticas probadas desde el comienzo de la historia de la CIA, como el golpe de Estado de 1953 en Irán, conocido como Operación Ajax según el Diario Causa Operaria. Bajo el republicano Dwight Eisenhower, la CIA y la inteligencia británica depusieron a Mohammad Mossadegh, quien nacionalizó el petróleo iraní, restauró al Shah Reza Pahlavi y aseguró el control occidental de los recursos. Este golpe fue un modelo para futuras intervenciones, incluso en América Latina, donde la CIA utilizó tanto la fuerza como la manipulación ideológica.
Muchos de los golpes más agresivos de la CIA ocurrieron bajo administraciones demócratas, especialmente en la década de 1960. Bajo John F. Kennedy, la agencia intentó derrocar a Fidel Castro en Bahía de Cochinos (1961) y apoyó el asesinato de Ngo Dinh Diem en Vietnam del Sur (1963). Lyndon B. Johnson supervisó el golpe de Estado en Brasil (1964), la masacre de hasta 1 millón de personas en Indonesia (1965) y el derrocamiento de Kwame Nkrumah en Ghana (1966). Más tarde, demócratas como Jimmy Carter (El Salvador, 1980) y Barack Obama (Honduras, 2009) avalaron las intervenciones, directa o indirectamente.






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