
El agravamiento de la crisis mundial del capitalismo ha llevado al imperialismo a buscar, cada vez más abiertamente, soluciones extremas para mantener su dominio mundial. El avance de la militarización de países imperialistas, como Alemania y Japón, y el cerco constante de naciones como Venezuela revelan que el imperialismo se prepara para la guerra, no solo contra sus enemigos externos, sino principalmente contra la rebelión interna de los pueblos oprimidos.
La preparación para conflictos militares es una política reaccionaria que responde al creciente descontento popular, tanto en los países imperialistas como en los países oprimidos. La guerra surge, en este escenario, como una válvula de escape desesperada para la burguesía mundial ante la amenaza concreta de una revolución popular. Como hemos visto en la historia, cuando el imperialismo ya no puede contener a las masas con sus mecanismos tradicionales, recurre al terror generalizado de la guerra para desviarlas de su camino natural: la insurrección contra la opresión.
Este es el profundo significado de la ofensiva contra países como Venezuela. Venezuela está en pie gracias al apoyo popular y a la existencia de milicias organizadas. Esta resistencia popular es un factor que aún frena una invasión directa de Estados Unidos. Sin embargo, el imperialismo no actúa únicamente sobre la base de instalaciones o dificultades militares. Cuando su supervivencia está en juego, no duda en recurrir a medidas desesperadas, como fue el caso de Irak.
En América Latina, el imperialismo necesita «poner en orden su casa» para allanar el camino hacia una política bélica más amplia. Esto incluye, por supuesto, someter a todos los países, como Brasil, a regímenes cada vez más autoritarios. La idea de que la condena de tres generales retirados representa un límite para nuevos golpes de Estado es una ilusión infantil. Si es necesario, el imperialismo encontrará tantos generales como sea necesario para aplastar cualquier levantamiento popular.
Aplastar la rebelión es la clave. La guerra, en este escenario, se convierte en el principal recurso del imperialismo para impedir la conciencia y organización de los trabajadores. Así fue como la Segunda Guerra Mundial retrasó la ola revolucionaria que amenazaba con arrasar Europa. Ahora, ante una crisis aún más profunda, la burguesía mundial está preparando otra carnicería más, no porque sea fuerte, sino porque está acorralada.
Fuente: DCO.






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