
Cada vez que se convoca una huelga en un sector, y más aún si se trata de una huelga general, surgen narrativas para atacar la convocatoria y, de este modo, desacreditar una forma de herramienta legítima de la clase obrera y los sectores populares para atacar a los gobiernos burgueses.
Con motivo de la huelga general que se prepara en Portugal para el próximo 11 de diciembre, Abril Abril publica este texto sobre algunos mitos con los que los medios burgueses quieren intoxicar a la opinión pública que sirve para todas las luchas obreras y todas las huelgas en cualquier lugar.
Mito 1: «Las huelgas no pueden cambiar las políticas gubernamentales»
Quienes la defienden como «inútil» rara vez consideran lo que significa para quienes la crean. Insertar este elemento es decisivo para demostrar que la huelga no es un capricho, sino un acto de profundo coraje por parte de los trabajadores, el último recurso ante una ofensiva.
Una huelga no es una festividad. Es un sacrificio calculado. Para la gran mayoría de los trabajadores, unirse a una huelga significa perder un día de salario, en un contexto de inflación y aumento del coste de la vida, y arriesgarse a presionar o represalias en el lugar de trabajo. Hay un coste evidente para el trabajador, que muestra el sacrificio realizado en la lucha.
El hecho de que cientos de miles de trabajadores estén dispuestos a pagar ese precio es la prueba más tangible de la situación a la que se enfrentan: estancamiento salarial, precariedad, colapso de los servicios públicos. Todo esto se considera más grave y costoso que el sacrificio de un día de salario.
Las huelgas generales no son la primera opción; Son los últimos. Ocurren cuando los canales de negocación habituales están agotados.
Un nivel de lucha tan alto como la huelga general obliga al Gobierno a ceder, dado el impacto que conlleva. Con una huelga nacional, es evidente que el país solo avanza con los trabajadores. Si hubiera una huelga de los jefes, todo el país seguiría funcionando con normalidad. Por esta razón, el trabajo y los trabajadores deben ser valorados, algo que no ocurrirá con la aprobación del paquete laboral.
Mito 2: «El paquete laboral moderniza las relaciones laborales y beneficia a los trabajadores creando más empleos»
Esta narrativa se apoya en una promesa futura y generalizada de «más trabajo», «más productividad» o «mejores salarios» para justificar pérdidas concretas e inmediatas en derechos y seguridad.
La lógica central de la reforma laboral es ‘hacer el mercado laboral más flexible’. En la práctica, esto significa transferir más riesgos de la empresa al trabajador y concentrar más poder de negociación en los empleadores. No es una modernización neutral, es una elección política para un modelo específico.
Mito 3: «Una huelga general solo perjudica a los ciudadanos comunes y a la economía»
Este es el argumento más común, pero ignora la lógica de una huelga. Ese «daño» es un mecanismo de presión. Demuestra de forma tangible la dependencia de la sociedad del trabajo de las personas. El objetivo es mostrar que, si estas personas se detienen, el país se detiene. Esto genera un coste político para el Gobierno, que se considera incapaz de gestionar el descontento social o garantizar el funcionamiento normal de los servicios.
La parálisis económica es precisamente la señal de alarma. Demuestra que la insatisfacción laboral tiene un peso económico real y que la crisis del coste de la vida está afectando a la productividad y la cohesión social.
Mito 4: «Siempre son las mismas personas y sindicatos, no representan a los trabajadores»
Una huelga general convocada por los principales sindicatos representa un frente amplio y poco común. La convergencia entre ellas indica un malestar transversal y se basa en un movimiento creciente de demandas. Las sesiones plenarias, demandas, concentraciones, huelgas o manifestaciones se han multiplicado a medida que las condiciones de vida de los trabajadores se deterioran.
La huelga general del 11 de diciembre va acompañada precisamente por varias estructuras que representan a los trabajadores, algunas de las cuales no forman parte de ningún centro sindical, como el Sindicato de Periodistas o la Federación Nacional de Médicos (FNAM); abarca los sectores público, privado y social; jóvenes y mayores participarán en él, desde el norte hasta el sur del país; Incluirá roles fundamentales como enfermeros, profesores, trabajadores de fábrica, funcionarios judiciales y de administración pública.
La membresía es voluntaria y diversa. Quienes dejan el día 11 lo hacen porque sienten que sus condiciones de vida y trabajo ya son malas y que con el paquete de trabajo empeorarán. Es un barómetro del verdadero descontento en la sociedad.
Mito 5: «Esta huelga es política y partidista»
La narrativa del gobierno a menudo intenta deslegitimar la huelga, insinuando que es un «juego político» de partidos de oposición o una maniobra sindical, distanciando así la situación de las «verdaderas preocupaciones de los trabajadores». Es un esfuerzo por desmovilizarse, lo que sugiere que quienes se unen están siendo instrumentalizados.
Cuando los trabajadores se defienden ante un cambio político como el paquete laboral, que ataca sus derechos, su respuesta es, por definición, política. Negar esto es fingir que las relaciones laborales existen en el vacío, fuera del ámbito de las decisiones gubernamentales.
El intento de etiquetar la huelga como «política» (en sentido peyorativo) se basa en la falsa suposición de que el gobierno y sus leyes son neutrales, técnicos y no partidistas. Esto es ilusorio. La reforma laboral también es una elección política. Se decidió facilitar los despidos, cambiar las normas de compensación y se eligió un nuevo equilibrio de poder en las empresas. Si es legítimo que el Gobierno haga política a favor de los empleadores, también es legítimo que los trabajadores, a través de huelgas, elaboren políticas a favor de su visión.
El Gobierno intenta etiquetar a «partidista» para dividir a los trabajadores. La verdad es que buena parte de los trabajadores que harán huelga también votaron por la derecha en las últimas elecciones legislativas. Con esto, el Gobierno busca deslegitimar las reclamaciones de quienes trabajan.
Fuente: Abril Abril.






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